Según moradores, desde hace más de dos años tres bandas colocan las alcabalas
Acelerando sus motos, llegan cinco parejas de motorizados, tal vez más, hasta la segunda o la tercera vuelta del barrio El Atlántico de Catia. Cuando llegan a cualquiera de los dos puntos que elijan esa madrugada, atraviesan sus motos en la mitad de la vía y montan un "punto de control". No les hace falta colocarlas todas, pues la calle es estrecha. Mide justo lo necesario para que en ese punto dos carros pasen a la vez.
Allí, dispuestos con droga y alcohol y con sus armas automáticas cortas y largas en el cinto, comienzan a conversar. Hablando y entre chistes, según recuerdan atemorizados los moradores, esperan los maleantes a que pase alguien caminando, en carro o en moto. Cuando lo hace, ellos lo detienen, y esta vez con sus armas empuñadas hacen preguntas y piden dinero. Si la respuesta no es la correcta -casi nunca lo es, explican los moradores- o no tienen dinero, los maleantes que colocaron la alcabala cobran con la muerte la insatisfacción. Después se van.
Tras la fina rendija de la puerta, amparándose en la penumbra de su casa oscura, la mujer explica lo que padecen desde hace dos años y un poco más. Cuando comienza el relato, su tono se convierte en un suave murmullo que espeta: "Es que ellos saben que no les harán nada. Están seguros que la policía, por más que uno la llame, no van a subir a hacerles nada. Esos maleantes están tranquilos".
Ellos además refieren que son tres las bandas que se colocan, de forma aleatoria, en la segunda o en la tercera vuelta del barrio El Atlántico. Después de las 3:00 a.m. de un sábado o de un domingo, estos hampones montan su "punto de control".
El domingo ocurrió. No obstante las incesantes llamadas a los efectivos de la PM, nadie subió a ponerles coto. Y por eso tres jóvenes perdieron la vida a tiros.
Primero murió Deivi Fernández de 20 años. Él a las 4:30 a.m. intentó pasar por la alcabala; pero los maleantes, antes lo detuvieron y le preguntaron: "¿De dónde eres?", y el muchacho respondió: "De La Silsa". Otro dijo: "Ese es de La Silsa, métele, métele". A la novia de Deivi la hicieron correr. Mientras ella se alejaba, le disparaban al mototaxista y le robaban su moto. Luego los maleantes se volvieron a acomodar y al poquito rato después llegó Manuel Mendoza, también de 20 años con su amigo Samuel Castillo, de 18. Ellos tripulaban un Toyota Camri. Les hicieron lo mismo. Los bajaron del auto y les preguntaron de dónde eran; ellos respondieron que de La Morán. Y ahí empezó la embestida.
Después los maleantes huyeron. Unos amigos de Deivi pasaron y los vieron a los tres tirados. Mientras unos llamaban a a la familia del mototaxista, otros le prestaban el celular a Manuel, quien quedó vivo. Manuel llamó de inmediato a su mamá. "Le dijo que le habían dado unos tiros, que fuéramos a buscar. Pero cuando llegamos ya se lo habían llevado para el Hospital Militar". Los familiares de Deivi, que llegaron en moto, se llevaron a los moribundos hasta hospitales distintos. Los tres, aseguran sus deudos eran jóvenes sanos y no eran, como dijo el Cicpc el domingo, miembros de una banda rival.
María Isoliett Iglesias
EL UNIVERSAL